El viaje de Jijé, Morris y Franquin tuvo lugar en 1948. Demasiado pronto. Por aquel entonces, la factoría Disney trabajaba en un proyecto concreto:
Tiempo de melodía, y ya se empezaba otro que otorgaría honores y millones de dólares para largo tiempo:
La Cenicienta. No era quizá el momento justo para aquellos tres grandes dibujantes belgas. Aunque quizá Franquin hubiese disfrutado dibujando los ratones de la Cenicienta, quién sabe...
Pero si hubiesen insistido una segunda vez años después quizá sí hubiesen tenido suerte. En 1961 Disney presentó una película que rompía bastante con lo anterior:
101 dálmatas. Inauguró una década de cambios a nivel mundial, una década próspera que fue edad de oro para muchos campos. 101 dámatas fue la primera película que Walt no había propuesto a su equipo, para empezar eso ya supuso un cambio. Y quizá demasiado, porque al parecer a Walt no le gustó el resultado... Pero bueno, la peli ahí está.
Los críticos coincidían en una cosa: 101 dámatas no solo era distinta, era
moderna. Sus personajes eran gente normal, no eran príncipes ni princesas, no eran héroes románticos. Un compositor, su mujer, la asistenta y 17 dálmatas. Nada más. Las cosas se les complican con cierta Cruella Devil y la llegada de otros 84 dálmatas.
101 dálmatas rompía también con los idealismos de las anteriores películas, los romances. Aquí lo hay, pero rápido y divertido. Mostraba una sociedad que era la sociedad de aquellos primeros 60, ni más ni menos. 101 dálmatas acogía al jazz, la vida nocturna londinense, el hampa, la televisión, los sueños y fracasos de la clase media...